El círculo dorado, martes 28 de agosto.

Compramos en un supermercado fruta, yogures, zumos. No hay mucho donde elegir, porque la mitad son chucherías y la otra mitad congelados o piezas enormes de cordero. Partimos hacia Pingvallir.

Atravesamos una zona de pista no asfaltada, de unos 16km., con bastante precaución. La pista atraviesa parajes de gran belleza y está bastante transitada.

Pingvellir

Al llegar, al norte de un lago, se encuentra un paraje singular, donde dos cadenas rocosas paralelas señalan el límite entre las placas europea y americana. Entre ambas discurre una senda, que recorremos en un trecho hasta llegar arriba y al otro lado. Desde allí, en lo alto, se percibe la brecha desde otra perspectiva. No hay que entender que esta brecha señala el límite exacto, ya que hay formaciones similares en varios kilómetros a lo ancho. Aquí cerca, aunque se desconoce el punto exacto, se reunió la primera asamblea islandesa, y este ha sido el escenario de muchos importantes eventos de esta joven nación, como la independencia de Dinamarca o el recibimiento al nuevo milenio. El río Oxará atraviesa la brecha, y en la caída al interior forma una bonita cascada.

Pingvallavatn

Partimos hacia Geysir, donde encontramos los géiseres muy activos, con manifestaciones bastante más frecuentes de lo que indicaban los carteles explicativos. El Stokkur, por ejemplo, estaba marcado con un periodo de actividad de 15 minutos, y durante nuestra presencia allí este periodo se redujo a 4 o 5 minutos. El Geysir, que sólo suele activarse en época de erupciones, también pudimos verlo varias veces lanzando muy alto el chorro de agua y vapor. He oído después que esto se debe a un dispositivo instalado a propósito para satisfacer al turista, pero es más interesante atribuirlo a fenómenos naturales. Comemos en el restaurante local un tentempié y partimos hacia Gullfoss, a ver la famosa cascada dorada.

Geysir

Para llegar a la cascada, aparcamos en el primer aparcamiento y nos dirigimos a pie hacia ella, bajando por una larga escalera que conduce hasta el segundo aparcamiento, sólo accesible para todoterrenos. Desde la escalera, ya es visible la cascada, que cae en dos partes, una ancha y corta y la otra más estrecha pero mucho más alta. El río continúa por una garganta flanqueada de paredes basálticas.

Gullfoss

El ruido es muy fuerte, y a menudo el viento trae tanto agua de la cascada que parece llover. Desde el mirador, hay un camino que lleva hasta el lado de la cascada. Allí hay una roca en forma de plataforma desde la que se ve la cascada desde muy cerca, e incluso hay, debajo de esta roca, un entrante al lado de la primera caída, y en el que nos hicimos algunas fotos.

Junto a la cascada

Tras dar un paseo por el margen del río, emprendemos el camino hacia Hvolsvöllur, donde nos hospedaríamos esa noche. Para llegar al hotel, se nos planteaba se nuevo la duda sobre si atravesar más pista sin asfaltar o dar un rodeo. Poco a poco iríamos perdiendo algo el respeto a estas carreteras.

El hotel o Guistihaus:

Ásgardur Gh.
Hvolsvöllur
Tel. (+354) 487 83 67. Fax (+354) 487 83 87
E-mail: asgard@simnet.is - http://www.geysir.com/asgard

Consistía en un caserón, donde se encontraba la recepción y el comedor, y una serie de bungalows de dos habitaciones. Las camas, con el edredón puesto sobre lo que parece la funda del colchón, una decoración espartana, la omnipresente ducha y la potente calefacción.

Paseamos por el pueblo, y acabamos cenando en el restaurante de la gasolinera, lo más animado del pueblo, excluyendo quizá la piscina, donde no pudimos ir. Cenamos unos rollos de pescado congelado, la única comida no consistente en carne, a pesar de ser un país eminentemente pesquero.
 
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