Val d'Isère. Enero de 2001 |
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Es el último día de esquí. Carlos no esquía. Los demás vamos a Tignes, a pesar de la nieve pegajosa que caía, y de la niebla. Esquiamos en la cara opuesta del circo de Tignes, y acabamos empapados.
Quedamos a comer con Juan y Cristina en el bar de la música, a media bajada de La Daille. Nos hacemos unas fotos con nieve hasta las cejas.
Después de la comida, bastante buena, Cristina hace bien en bajar en el telecabina, porque la pista verde de bajada es una pesadilla: montones de nieve, no se ve el relieve, la inclinación no es de verde, como tampoco la anchura en algunas palas.
Vamos a comprar a Casino los quesos (Tomme de cabra y de vaca para regalo) y terminamos con unas partidas de billar.
Habíamos reservado para la cena en Le Chamois d'Or, y nos reunimos allí con Carlos, y tomamos una deliciosa ensalada con queso de cabra al horno y continuamos con fondue saboyarde, acompañada de ensalada y fiambres del país y unos maigrets de pato para compartir. Terminamos con un consistente Gateau au chocolat que sólo yo consigo acabar, a costa de casi un empacho.
El día del regreso. Carlos y yo bajamos al rond point des pistes a desayunar, y me compro el grorro de arlequín que había estado calibrando el día anterior. Volvemos al apartamento, colaboramos en el adecentamiento del apartamento que tampoco necesitaba mucho, terminamos las maletas y vaciamos el apartamento para la inspección, que pasamos sin problemas. Esperamos hasta que el taxi nos baja a la estación de autobuses, embarcamos nuestras cosas en el autocar y tenemos tiempo de comprar el parche de tela de la estación y tomar un café. A medio camino hacen un intento para parar en el mismo sitio cutre que a la ida, pero las protestas generalizadas consiguen que nos lleven a un sitio más decente, donde tomo el jamón del país con patatas fritas que había elegido y la tartiflette de María José.
Al llegar a Ginebra nos anuncian que nuestro vuelo sale con bastante retraso y nos dicen que tenemos tiempo de visitar GInebra. Sin embargo, no nos animamos y nos quedamos por las tiendas del aeropuerto. Yo me quedo atónito con el DVD con salida a gafas y con la cámara de video profesional + carcasa de buceo (por unos 10,000 SF).
Llegamos sin problemas a Barajas, donde la abundancia de carros, la celeridad en la recogida de equipajes y en conseguir un taxi, nos hacen darnos cuenta de que hemos llegado a la civilización.
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