Soldeu el Tarter. Febrero de 2001


Índice de páginas:  1 -2 -3

Viernes, 9 de febrero

El último día, en un remonte ya cerca de Pas, a Javier se le caen los bastones. En la silla hace mucho frío, y la paran un ratillo. Al llegar arriba, tenemos una agradable sorpresa, al ver que están repartiendo caldito caliente a la gente. Volvemos a bajar a recuperar los bastones, pero, al llegar abajo, no están ya y tenemos que volver a subir, donde nos estaban esperando finalmente los bastones.

Debido al mal ambiente creado el día anterior en el restaurante, decidimos comer en uno de los bares abajo de las pistas. Resulta que el primero está abarrotado y nos metemos en el segundo, el Llop gris. Nos atiende una francesa antipática que no entiende nuestro idioma. Le pasa el muerto a otro, más amable, pero que entiende lo mismo o menos, aunque hace como si entendiera. Le pedimos diversos platos, y dos de nosotros pedimos conejo. Sirven a todo el mundo y los del conejo esperando. Sirven los corderos, chuletas en vez de paletilla, pero lo sirven, y los del conejo esperando. Ya nos quejamos y nos dice que es por la plancha, que es pequeña, y que esperemos un poco más. Al rato, volvemos a preguntar y nos dicen, que les disculpemos, pero que no tienen conejo, y no es que se les haya acabado, ¡es que no lo han comprado! Finalmente tomamos chuletas. Para colmo, se equivocan en la factura y nos querían cobrar 12 cocacolas en vez de dos. En fin, continuamos esquiando José María y yo y bajamos los últimos en el último coche, devolvemos los equipos de esquí y al hotel.

Yo salgo a hacer las últimas compras: absentha, quesos... y acabo con el ritual de las ostras y pinchos de Lizarrán.

Sábado, 10 de febrero

El sábado me levanto pachucho. Aun así, salgo a acompañar a mi primo a comprar un videojuego y, de paso, encuentro unos prismáticos a buen precio. Los compro y volvemos al hotel, donde liquidamos cuentas, no sin antes vomitar en la acera a la entrada del hotel. Salimos a las 11h, conduciendo mi primo y comemos en Aires de Aragón, en La Almunia, donde apenas como y vuelvo a vomitar. Llegamos a Madrid a las 18:30, hasta donde nos trae conduciendo Carlos.

Quizá me puse malo de pensar que era la vuelta a la rutina...

pág 4/4