Día 10, el cuarto día de buceo.

La primera inmersión del día se dirige, sin mí, con el dinghy, Steve y Eduardo, a Punta Ulloa, a intentar ver el pez murciélago de labios rojos, pez endémico de la zona que vive en zonas arenosas y de guijarros y a más de 30 metros de profundidad. Desafortunadamente, es un pez con gran capacidad de camuflaje y no pudo ser visto en esta ocasión.


El Okeanos

Cada inmersión está acompañada tras el brieing del grito de guerra del viaje: ¡A lo que vinimos!, por parte de Beto, algo que acabamos imitando a la menor ocasión.

Isla Manuelita Oeste

La segunda del día vuelve a ser en Manuelita, en la cara Oeste. Me cuesta horrores compensar y bajo lentísimamente, aunque sin forzar. Consigo bajar incluso hasta 27 metros, pero no voy cómodo. Veo puntas blanca, martillos, rayas, túnidos como los yellow fin, jureles, rainbow runners... Hay algunas termoclinas, aunque no encontramos corrientes. El Aladín de Javier empieza a marcar deco y subimos. Al llegar a 15 metros, todo me empieza a dar vueltas. Le aviso a Javier golpeando en su botella, le explico mi problema por señas y le digo que necesito subir. Me ayuda hasta los 5 metros, donde se me pasa el mareo.

El recorrido es Sur-Norte, y antes de llegar a la cueva nos separamos para salir.

La siguiente inmersión del grupo es a Silverado, una estación de limpieza de puntas plateadas, donde se suele ver esa especie. Decido no ir y descansar un día o así para que se me pase de una vez el problema con los oídos. La inmersión es un éxito. No aparece el famoso silver tip de 20 pies pero sí uno de 3m. y de un grosor espeluznante. Los ven después de 20 minutos de espera, pero que valieron la pena.

Un tema de polémica fue la actitud de los rusos con la comida, sobre cómo se lanzaban a por ella sin consideración alguna al resto del pasaje. Nos habían dicho en la agencia que no había problema en pedir tanta como fuese necesario, pero eso no era excusa para la voracidad sin miramientos de esta gente, ya que supone trabajo extra para la tripulación, el empobrecimiento de su dieta, ya que se alimentan de lo que no consumen los pasajeros y el eventual agotamiento prematuro de las reservas; aunque, por su tamaño y corpulencia, bien se veía que  necesitaban comer en abundancia.

Días más tarde topé con la explicación: se trata de un tema cultural, o sea que es su costumbre, tal y como se puede comprobar en este extracto del National Geographic:

Por la noche se vuelve a ir a Manuelita, a ver los tiburones cazando, y finalmente lo consiguen: todo un espectáculo de emoción y caza en grupo, yendo de piedra en piedra, limpiándolas sistemáticamente.

Olivia filmando la cacería
Foto: Javier Romero Abreu (extraída de vídeo)

Como todos los días, Emilio sigue protagonizando el "salto a la reja", ceremonia matinal consistente en dar los "buenos días" a sus compañeras de camarote con un fuerte abrazo, abalanzándose a ellas aun medio dormidas. Este peculiar saludo se hizo extensivo en ocasiones a Ángel.

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