Nos levantamos temprano porque el vuelo a Galápagos sale a las 9:30h. Es un vuelo de Tame con escala en Guayaquil, donde para más de media hora. El avión aterriza en la isla de Baltra, en el antiguo aeropuerto militar, donde pasamos un control de entrada, con dudosa desinfección de los zapatos incluida.
Nos llevan en un autobús militar a un embarcadero donde nos viene a recoger el dinghy del barco. Nos hacen ponernos los chalecos, lo que sería norma en todo el viaje, y vamos al barco, despreocupándonos del equipaje, que habíamos marcado convenientemente para que no se extraviara.
El barco es grande y amplio, con espacio suficiente para las cámaras y equipos, a pesar del número de cámaras, unas 8 en total. Los camarotes son impresionantes y los salones son espaciosos. En la segunda cubierta, en popa, hay un sillón y unas mesas con sillas donde se daban los briefings y en proa un jacuzzi portátil. Más arriba hay una cubierta con butacas.
Hacemos una inmersión de prueba para calibrar pesos en el puré de guisantes del canal de Itabaca, entre la isla de Baltra y la de Santa Cruz. Voy con mi primo. La visibilidad es muy baja, de un metro aproximadamente. El fondo está a 10 metros, aunque nos dirigimos a la costa y acabamos buceando en menos de medio metro de agua. Regresamos a la media hora algo temerosos de que esta visibilidad sea la habitual.
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