Día 13, el útimo día de buceo.

Roca Sucia

Volvimos a ir a Roca Sucia, como primera inmersión del día. El punto cuenta con una roca emergente y otra s puntas más alejadas, una a 25 m. de profundidad y otra, más allá, a unos 30. Nuestro recorrido, en el sentido de las agujas del reloj, fue de la primera, hasta casi la tercera, vuelta a la primera, de ahí a la segunda y salida hacia la primera. Había buenas condiciones, con un poco de corriente y algunas termoclinas. Nada más empezar la inmersión, veo un martillo grande. Vemos rayas muy grandes y bancos de peces (jureles, criollos, pargos, burros). También hay muchos blenios, gobios, loros, helciones, cirujanos aletamarilla, barracudas, ídolos moros, soldados, ángel, langostas y puntas blanca de casi 2 metros.

Gran raya
Foto: Javier Romero Abreu (extraída de vídeo)

Punta María

En la segunda inmersión, vamos a Punta María. Hace buen tiempo. El agua está perfecta (fría por debajo de 27 metros). Bajo hasta 30. El sitio es una roca sumergida a unos 18 metros de profundidad. con algunas rocas más pequeñas a poca distancia que ascienden a 20 o a 15 metros. Una boya estaba anclada en lo alto de la roca y su cabo nos guió hasta la misma. Allí nos esperaba una auténtica explosión de vida, con enormes bancos de pargos rallados, criollos, jureles, bocadulces, acosados por tiburones sedosos, puntas blanca, túnidos de manchas azules, grandes jureles y meros. En la roca, pocos erizos y gran número de langostas y peces de todo tipo. Vemos tres o cuatro cornudas y un sedoso con su rainbow runner. También vimos peces loro, cirujano, ángel, mariposa, damisela... Entre todo ese derroche de vida, pude observar cómo un lenguado (peacock flounder), se despegó de una roca donde no se sentía agusto, y fue balanceándose, casi como una pluma, hasta una zona de arena, donde se posó e, inmediatamente, en cuestión de décimas de segundo, cambió su coloración hasta mimetizarse casi completamente con su nuevo entorno y desparecer prácticamente de mi vista. Solamente el hecho de que había estado siguiéndolo con la mirada, me permitió discernir su silueta en el fondo. Javier, en un determinado momento, embriagado de tantas cosas a la vista, fue a sentarse en lo alto de una roca, a modo de trono submarino, donde fue a filmarle el otro Javier. Ya en el ascenso, entre dos aguas, nos rondan varios guahos y alguna barracuda. Es una inmersión memorable, probablemente la mejor del viaje.

Cornuda
Foto: Javier Romero Abreu (extraída de vídeo)

En la comida, de entrante, tomamos sopa de pejiballe, un fruto pequeño, como un albaricoque, pero verde por fuera y naranja por dentro, que da una sopa de color similar a la zanahoria y sabor de legumbre.

Isla Pájara

Se trata de una isla de mediano tamaño, quizá la más grande después de Manuelita, con una alejada unas decenas de metros y que sube a unos 15 metros de profundidad. La temperatura del agua era buena, salvo en dirección a la peña, donde estaba casi helada.
Apenas vemos tiburones, pero la inmersión es muy variada: rayas, morenas, pulpos, langostas y blenios que ocupan cada resquicio de la pared. En el fondo arenoso con alguna roca, salmonetes, filefishes, ballestas, cirujanos, gobios, hasta en el interior de los balanos, sand tilefishes...

En el fondo, hay parejas de matajuelos ñatos (malacanthus brevirostris) que se esonden en su agujero en la arena en cuanto nos acercamos. Sorprendo a una pareja lejos de su agujero y me quedo observándoles, desde su refugio, un rato mientras me miran sin saber muy bien qué hacer. Es la única manera de observarlos detenidamente. Por fin me alejo y se precipitan a su guarida.

Javier entra en 6 minutos de deco y, tras hacerlos, salimos alejados de la piedra. Casi en superficie vemos una tortuga. Me pongo la tuba y parece que la tortuga siente más curiosidad sin tanta burbuja. Tras un rato tras ella, nos deja, dejándonos un estupendo sabor de boca.

Rafael guía la zodiac a la vuelta, y, al ver una gruta, nos dirigimos a ella y entramos. El paso es estrecho, y el interior, aunque se ensancha, se reduce drásticamente con el oleaje. Da media vuelta con gran maestría, y conseguimos salir por el pasadizo, no sin antes rozar con una de las paredes, ante los vítores del grupo.

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