A las 8 de la mañana nos metemos finalmente al agua en el arco de Darwin. Nos esperan un banco grande de martillos, tortugas por doquier, e incluso una manta. Mientras estoy en el azul, después de una salida fallida en busca del ballena, miro abajo y veo una luz morada intermitente procedente de las profundidades. Por un momento me sentí como en Abyss. Desde luego, hay montones de animales luminiscentes que pueden producir esa luz, como la medusa peine. La corriente es fuertecilla y esperamos a ratos sentados en las rocas a 20 metros, protegiéndonos como podemos. En ocasiones, al agarrarnos de las rocas, o más específicamente de los balanos que sobresalen de su superficie, los arrancamos, y algunas especies de peces están al acecho para acudir a comer cuando eso ocurre.
El Arco de Darwin
Un par de horas más tarde, repetimos la inmersión y tengo ocasión de ver al tiburón ballena de cerca.
Para las siguientes, ya nos empezamos a cansar de hacer las inmersiones tan centradas en ver al tiburón ballena, así que mi primo y yo nos separamos del resto y vamos en dirección contraria. Quizá por ser menos, los tiburones se nos acercan más y en gran cantidad: galapagueños y martillos, así como muchas tortugas. Al salir, empezamos a bromear sobre los tiburones que nos rondan. El barco se divisa a lo lejos, y no ven nuestras señales con la bandera. Cuando estoy a punto de usar la radiobaliza, aparece la zodiac a recogernos.
María viendo la grabación del tiburón ballena de
Javier
Por la tarde, buceamos de nuevo en el mismo punto. Hay más corriente y nos dejamos llevar por ella. Voy sin cámara, ya que he dejado el flash cargando. Hay tortugas, morenas, y tiburones. Finalmente llegamos a un banco de carángidos y atunes. De repente desaparecen y estamos en el azul. Ascendemos y sólo nos visita alguna tortuga.
Los piqueros se disputan la barandilla
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