Dice la leyenda que el brownie se descubrió por casualidad, cuando un cocinero despistado olvidó añadir levadura a su bizcocho de chocolate.

Otros afirman que fue creada a propósito, por ejemplo por Bertha Palmer, del Palmer House Hotel, pero me gusta más la otra teoría.

En cualquier caso, la primera referencia escrita conocida es la de The Boston Cooking School Book (de Fanny Farmer, 1896).

Cuentan la anécdota de que un vecino de Katherine Hepburn, enterado de que ella había tenido un accidente de coche y agradecido porque había convencido a su hija para continuar con los estudios, le ofreció unos brownies que había cocinado y ella, al probarlos, le dijo que estaban secos, que tenían demasiada harina y estaban demasiado hechos, y le dictó su propia receta, que es el origen de la receta que presento aquí. En Internet, circulan múltiples variantes de la receta, entre medidas americanas y distintos tiempos de horno, pero todos los que he visto dan demasiado tiempo de horno, en contra de lo indicado por la propia actriz.

Esta es la receta que he deducido, tras alguna prueba, y con las proporciones de la receta original, traducidas al sistema métrico decimal.

Ingredientes:

• 2 huevos
• 1 cucharadita de esencia de vainilla
• 60 g. de cacao en polvo no azucarado
• 113 g. de mantequilla sin sal
• 175 g. de azúcar glas (también conocido como glace, lustre o impalpable)
• 30 g. de harina de repostería
• 125 g. de nueces pecanas (o normales)
• una buena pizca de sal

Preparación

Ponemos a precalentar el horno a 165ºC.

En un recipiente (para evitar que caigan restos de la cáscara en la preparación), cascamos dos huevos, retiramos cualquier impureza y añadimos la cucharadita de esencia de vainilla. Dejamos a mano unas varillas para remover.

Ponemos la mantequilla y el cacao en un cazo con suficiente capacidad (luego añadiremos el resto de ingredientes al mismo) a fuego suave hasta que se disuelva la mantequilla, removiendo para homogeneizar la mezcla.

Mientras se calienta la mantequilla, mezclaremos en otro bol la harina, el azúcar, la sal y las nueces.

Una vez bien mezclada la mantequilla con el cacao, apagamos el fuego y dejamos enfriar un poco.

Preparamos un molde de unos 20 x 10 cm forrado con papel de horno.

Cuando se haya enfriado un poco la mantequilla con el cacao, vertemos encima los huevos con la esencia de vainilla y removemos rápidamente con las varillas.

Cuando esté la mezcla homogénea, añadimos la mezcla de harina, azúcar glas, sal y nueces y mezclamos suavemente hasta que esté bien mezclado.

Echamos la mezcla sobre el molde, sobre el papel de horno y lo distribuimos para tener un grosor uniforme.

Cuando esté el horno a temperatura, introducimos el molde con el preparado durante unos 30 minutos.

Es muy crítico el tiempo y depende de cada horno, por lo que a partir de los 20 minutos, podemos ver si ya está, introduciendo un palillo, que debe salir con alguna migaja, ni seco ni húmedo...

Lo sacamos del horno y lo dejamos enfriar.

Consumir caliente o frío, pero con moderación, es una bomba calórica.

No hace falta conservar en la nevera. Se puede congelar.